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Autore: Carmen
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Date: 26/05/2006
Time: 07.06
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El reloj cubano tiene dos manecillas, una en La Habana y la otra en Miami. Ambas se empecinan en el mismo recorrido. Insisten en el avance en reversa, con una tenacidad que amarga al más optimista. Parece que hubiera un acuerdo tácito en este retroceso. Como si no bastara la inmovilidad, que por demasiado tiempo ha detenido la esperanza.
No se trata de una conspiración de los extremos. Más bien es la seducción de los caminos trillados y la comodidad de lograr el triunfo recorriendo una vía segura. Obedecer al Comandante en Jefe. Beneficiarse de un electorado que combate sus fracasos con la misma obstinación que repite sus errores. El poder absoluto de volver una y otra vez a remendar un modelo caduco. La inmunidad imprescindible para no escuchar las opiniones opuestas y profundizar en el alejamiento de la realidad. En la Calle Ocho y en la Plaza de la Revolución. Mantenerse en una lucha estéril, sin ceder un ápice.
El éxito acompaña a quienes no se apartan de esa vieja senda, que hace casi un lustro parecía comenzar a borrarse y cuyas ruinas hoy reverdecen.
En Cuba, Fidel Castro insiste en retroceder hacia la época de un mayor control ideológico, más centralismo económico y menos espacios donde moverse con independencia del Estado. En la capital del exilio se agudizan las restricciones de los viajes a la Isla, se alimenta el espíritu de intolerancia y se intensifican los intentos por brindar la imagen de un exilio monolítico, opuesto a cualquier alteración del rumbo de la política trazada por la actual administración norteamericana y los miembros del sector más reaccionario de la comunidad emigrada.
Ejemplos sobran. La resurrección del Secretariado del Comité Central del Partido Comunista de Cuba fue una muestra reciente de esa marcha hacia atrás del reloj en la Isla. Ahora las informaciones no vienen desde La Habana, sino son noticias de Miami.